Por: Nilton
César Velazco Lévano
Thomas Merton afirmó que “La obra de Vallejo es un proyecto de muy grande y urgente importancia para toda la raza humana”; y es que el universo vallejiano rebasa lo estético, la belleza y el equilibrio del lenguaje. En esta ocasión se revelará el humanismo jurídico que subyace en la obra de César Vallejo, dejando constancia de su valor ético y ius filosófico para el Derecho y la Ciencia Política.
Vallejo, hombre íntegro, pleno y totalmente entregado a la causa de la justicia humana, hizo de su obra un instrumento de comunicación de los valores humanos: la libertad, la solidaridad, la justicia, la verdad, los cuales son parte también de la axiología jurídica, y que aquí los desentrañamos haciendo uso de la hermenéutica, la deconstrucción, la interdisciplinariedad y la transversalidad, que creemos debe sostener toda ciencia y toda disciplina.
Con César Vallejo, artista peruano y
universal, constatamos que la palabra no está en el hombre sino el hombre está
en la palabra. El hombre vive en y de la palabra, se transforma por la palabra,
expresa su ser a través de la palabra. A lo largo de su obra poética,
narrativa, crónicas, teatro y epistolario, formuló un humanismo jurídico
novedoso y singular por el tratamiento estético que logra de la justicia y del
Derecho. Su obra resulta de una validez extraordinaria no solo para el campo de
la literatura y la estética, sino también para la doctrina jurídica. Precisamente
el lenguaje es uno de los pilares del humanismo jurídico, la cual considera que
el Derecho (hecho de palabras y de lenguaje) se estudia y se ejerce para
ponerla al servicio de la justicia, del respeto de la dignidad humana y para
establecer un Estado Constitucional de Derecho.
El humanismo jurídico señala límites a
un Estado de Derecho, aduciendo que la autoridad del Estado no es un fin sino
un medio para la realización del bien común mediante su acción coactiva y
coercitiva, respetando y haciendo respetar el orden y la seguridad jurídica en
tanto estos garanticen el respeto de la dignidad humana y el bien común. Desde
nuestra investigación constatamos que tanto la estética vallejiana como la
axiología jurídica se integran para formular sus concepciones, prácticas y
reflexiones. Vallejo sin proponérselo ha alimentado al mundo jurídico de principios,
de sentido humanista y de ética. Su obra alcanza un nivel justiciero y
axiológico, por lo que es posible afirmar que el vate escribió nociones de
justicia con dimensiones estéticas y definió su estética con dimensiones
justicieras y humanistas. Exploraremos en este ensayo la dimensión estética del
Derecho y la dimensión jurídica de la estética.
La obra de Vallejo no solo ofrece
contenido ético, jurídico y político sino que también plantea problemas,
inquietudes, interrogantes y novedades para el quehacer jurídico. La obra
vallejiana está inmersa de una experiencia humana, su vocación humanista lo
hará un referente de hombre, de artista, de intelectual, de político y de
jurista. En Vallejo todos los hombres y mujeres del mundo tienen un espacio en su
obra; su sentir se encuentra comprometido con el sentir universal. Dicho esto,
a continuación detallaremos los aspectos del humanismo jurídico vallejiano, las
que se constituyen en el sustento y aliento inspirador para el estudiante y
operador del Derecho, de la Ciencia Política y para el jurista de hoy.
1. Derechos
humanos y dignidad humana
Si bien en la época en que vivió el
poeta, la doctrina de los derechos humanos no estaba desarrollada, él desde su
estética fue un adelantado de la doctrina de los derechos humanos y esto se
expresa a partir de su visión del mundo y del ser humano, en la que el hombre y
la mujer son los únicos referentes cuando se habla de derechos y de dignidad.
¡Qué salto el retratado en sus tendones! ¡Qué transmisión
entablan sus cien pasos! ¡Cómo oye deglutir a los patrones el trago que le
falta, camaradas, y el pan que se equivoca de saliva, y, oyéndolo, sintiéndolo,
en plural, humanamente!, ¡cómo clava el relámpago su fuerza sin cabeza en su
cabeza! (Parado en una piedra).
Así entonces cuando Vallejo escribe:
“El pan que se equivoca de saliva” está denunciando la explotación de los
trabajadores por los patrones, esta expresión estética basada en el marxismo
que él profesaba y militaba, se constituye en la base de su humanismo jurídico.
En ese sentido, reafirmamos que César Vallejo fue un humanista, y como tal
escribe: “Lo han matado, obligándolo a morir, a Pedro, a Rojas, al obrero, al
hombre, aquel que nació muy niñín, mirando al cielo, y luego creció, se puso
rojo y luchó con sus células, sus nos, sus todavías, sus hambres, sus pedazos”
(España aparta de mí este cáliz). González citado por Monguio, refiere que la
poesía vallejiana: “denuncia sensibilidad genéricamente humana” (1989, p.53).
Apreciamos también que a lo
largo de su obra Vallejo usa explícitamente las palabras hombre, humano,
humana, humanidad; incluso hasta en situaciones que podrían ser redundantes: “hombres humanos”, como un modo de
hacernos ver cuán poca humanidad atribuimos a ese sustantivo. En otras obras se
lee: “Soledad humana” (Poemas en
Prosa); “Entre panes tantálicos humana impotencia
de amor” (Los dados eternos); “al crudísimo día de ser hombre” (Las piedras); “En esta noche rara que tanto me has mirado,
la muerte ha estado alegre y ha cantado en su hueso, en esta noche de setiembre
se ha oficiado mi segunda caída y el más humano
beso” (El poeta a su amada); “Pedro Rojas, de Miranda de Ebro, padre y hombre, marido y hombre, ferroviario y hombre,
padre y más hombre” (III de España
aparta de mí esta cáliz). “¡Oh campos
humanos!” (Meditación agrícola); “Y
el pan que se equivoca de saliva, y oyéndolo, sintiéndolo, en plural, humanamente” (Parado en una piedra); “La
significación histórica y la grandeza moral de la revolución proletaria
descansan en el hecho de que creara los fundamentos de una cultura que estará
por encima de las clases sociales y que se constituirá en la primera cultura
verdaderamente humana”; “Hay un
timbre humano, un latido vital y
sincero, al cual debe propender el artista, a través de no importa que
disciplinas, teorías o procesos creadores… cobardía de indigencia poética, de
carencia del fuego sagrado de la emoción auténtica y humana” (Contra el secreto profesional); “Levanto mi voz y acuso a
mi generación de impotente para crear o realizar un espíritu propio, hecho de
verdad, de vida, en fin, de sana y autentica inspiración humana”. Los subrayados son nuestros.
En Vallejo la conciencia que la
dignidad personal es inseparable del reconocimiento de la dignidad humana en
los demás. Su obra es el llamado y el deseo de asumir la dignidad humana
plenamente, desde adentro y hacia afuera, desde afuera y hacia adentro, en un
ejercicio dialéctico que lo conduce a hacerse-con-los-otros.
El paradigma vallejiano de la dignidad humana plantea que se debe vivir
dignamente y eso implica vivir en espacios adecuados y suficientes, el derecho
a la vivienda digna asegura la dignidad humana:
Nada más lejos, por otro lado, de la miseria
arquitectónica de las casas para obreros que el capitalismo construye –cuatro
muros y un techo-, como si se tratase de encerrar en ellas, no ya a seres
humanos, sino a boyadas de trabajo o ganado de camal (La urbe socialista y la ciudad del porvenir).
De otro lado, en el cuento Paco Yunque, se observa que en
esta historia se transgrede no solo el derecho-principio de la dignidad humana,
sino también la vida, la educación, la identidad, la integridad moral, psíquica
y física, su libre desarrollo y bienestar. Vallejo retrata en este cuento el modo
cómo se vulnera el principio de igualdad ante la ley y a no ser discriminado.
Es un cuento que representa la explotación entre unos y otros. Notamos pues
que la inquietud jurídica vallejiana es sensible, perspicaz, observadora y
crítica cuando de vulneración de derechos se trata. La dignidad humana como la comprende
Vallejo es ajena también a la lógica de asumir la vida como match:
La vida como
match, es una desvitalización de la vida, como diría Antenor Orrego. Pulpa
moral del match es la esclavitud y el amujeramiento. Yo no vivo comparándome a
nadie ni para vencer a nadie y ni siquiera para sobrepujar a nadie… En la vida
se vive y se avanza, no porque viven y se desenvuelven los otros, sino por el
sentimiento libre y solo de vivir. Si no hubiera más que un hombre en el mundo,
ese hombre viviría solo, sin contendores, sin émulos y ni siquiera
convivientes. El match supone, pues, al vecino y al espejo. El match se hace,
otras veces, por amor propio, por patriotismo, por ganar dinero, por tantos
móviles estúpidos y egoístas, en que la malicia del hombre se mezcla al buen
sudor del animal (La vida como match).
El planteamiento de la dignidad humana
que hace Vallejo resulta cuestionador para una sociedad machista y en donde no
se reconoce ni valora el rol de la mujer. Vallejo asume también al hombre y a
la mujer como compañeros de camino:
A
Vallejo le llama muchísimo la atención cómo la igualdad de género va ganando
espacio y va convirtiéndose en el signo de un potente cambio social. Con
sorpresa, observa que, de manera inédita, la revolución va produciendo una
modificación sustancial en las interacciones entre hombres y mujeres y en la
configuración general de las codificaciones de género (Vich, 2014, p. 23).
Vallejo tiene fe en que un día el ser
humano superará las adversidades de la vida y alcanzará la dimensión donde le
aguarda la plenitud de su dignidad. En ese sentido su mensaje resulta
razonable, como lo entiende Rawls: lo razonable es reconocer al otro como
persona digna. Estando en París, le escribe a Pablo Abril diciéndole que no
tiene: “oficio, profesión ni nada… (pero) sí el afán de trabajar y de vivir con
dignidad”. Es decir, que a pesar de no tener “nada”, tiene todo pues se siente
un ser libre y digno, y quiere que el hombre recupere su dignidad tantas veces
perdida:
Me viene, hay
días, una gana ubérrima, política, de querer, de besar al cariño en sus dos
rostros, y me viene de lejos un querer demostrativo, otro querer amar, de grado
o fuerza, al que me odia, al que rasga su papel, al muchachito, a la que llora
por el que lloraba, al rey del vino, al esclavo del agua, al que ocultose en su
ira, al que suda, al que pasa, al que sacude su persona en mi alma. Y quiero,
por lo tanto, acomodarle al que me habla, su trenza; sus cabellos, al soldado; su
luz, al grande; su grandeza, al chico. Quiero planchar directamente un pañuelo
al que no puede llorar y, cuando estoy triste o me duele la dicha, remendar a
los niños y a los genios. Quiero ayudar al bueno a ser un poquillo de malo y me
urge estar sentado a la diestra del zurdo, y responder al mudo, tratando de
serle útil en lo que puedo, y también quiero muchísimo lavarle al cojo el pie,
y ayudarle a dormir al tuerto próximo. ¡Ah querer, éste, el mío, éste, el
mundial, interhumano y parroquial, provecto! Me viene a pelo, desde el
cimiento, desde la ingle pública, y, viniendo de lejos, da ganas de besarle la
bufanda al cantor, y al que sufre, besarle en su sartén, al sordo, en su rumor
craneano, impávido... Quiero, para terminar, cuando estoy al borde celebre de
la violencia o lleno de pecho el corazón, querría ayudar a reír al que sonríe,
ponerle un pajarillo al malvado en plena nuca, cuidar a los enfermos
enfadándolos, comprarle al vendedor, ayudarle a matar al matador –cosa
terrible- y quisiera yo ser bueno
conmigo en todo (Me viene, hay días, una gana ubérrima).
En este poema se prolonga un profundo
sentimiento de amor por todo el mundo, brotando su un deseo de colaboración y
solidaridad con todos. El poeta se ofrece como portador solidario en ese
proceso de humanización pública, social y política. En su poesía se observa que
la idea de la dignidad humana se formula poéticamente respondiendo a las fragilidades
humanas frente a situaciones concretas. El conocimiento poético que adquiere
Vallejo nace a medida que permanece en los hombres la solidaridad, y esta
parece que en cierto modo se establece con mayor coherencia cuando estos
hombres son vulnerados en sus derechos. Es por ello que sostenemos que tanto la poesía vallejiana y el Derecho
logran identificarse en su fundamento y en su finalidad: el ser humano y su
dignidad.
Vallejo reclama el derecho a
realizarse como humano, libre de restricciones morales, ideológicas y sociales
e incluso estéticas pues “Antes que el arte, la vida… Esto debe repetirse hoy mejor que jamás, hoy
que los escritores, músicos y pintores se las arreglan para evadir la vida a
todo trance… Estos artistas pretenden estafar a la vida. No lo lograrán” (La
defensa de la vida). Vallejo reclama el derecho a ser irreverente, a cuestionar
los valores y convenciones tradicionales que son un obstáculo para la
realización de sus ideales.
El poeta a través de su obra lucha y
trabaja para que algún día “nos veremos con los demás al borde de una mañana
eterna desayunados todos”. La reflexión y creación estética que él hizo sobre
la dignidad humana, se nutría de sus propias vivencias como cuando señala que
no habrá dignidad humana posible si existe pobreza y condiciones y estructuras
sociales que generan y permiten esa pobreza, que es caldo de cultivo para otros
males. En su reportaje Rusia en 1931, también relata otros hechos de las que él
fue testigo y que le permite cuestionar si es que el hombre vive realmente su
dignidad:
Delante de la puerta de entrada hay un haraposo que pasa
y repasa mirando ávidamente el interior. Lleva de la mano metida dentro de la
americana, a la altura del pecho, y su palidez es la de un hambriento o de un
enfermo. Los alemanes se levantan y se van. Entonces el haraposo penetra de un
salto y recoge, como un animal famélico, las migajas y desperdicios de la mesa:
algunos huesos se echa al bolsillo y vuelve a salir, lanzando miradas de loco y
devorando a grandes bocados lo que encontró en la mesa… Hay en la cara de este
pobre una avidez agresiva, furiosa, demoniaca. A veces tengo la impresión de
que va a saltar sobre nosotros y nos va a arrancar de un zarpazo un trozo de
nuestras propias carnes. Se ve que tiene cólera. Se ve que nos odia con todas
sus entrañas de hambriento. Inspira miedo, respeto y una misericordia infinita.
Vallejo con esta imagen traía
al recuerdo y a la indignación los más de 40 millones de hambrientos que por
aquellos años el sistema económico capitalista echaba de sus fábricas y campos.
Es la imagen de la deshumanización de las miles de personas que hoy en día nos
piden limosna, en cualquier parte, lugar y momento. El vate muestra su
compromiso solidario hacia los más desprotegidos de la sociedad. Según
Rodríguez la obra vallejiana se entrega a las causas nobles. El altruismo, se
da en favor de los demás. Predica y practica la justicia, la igualdad, la
dignidad de los hombres. Su obra cumple una función dignificadora, elevadora
del hombre (2003, p.70).
2.
Constitucionalismo, Democracia y Derecho
En diferentes partes de su obra
Vallejo aborda y desarrolla su interés por el constitucionalismo, la democracia
y el Derecho. En su tesis El romanticismo en la poesía castellana, muestra
interés por el constitucionalismo, que en el Perú se forjó de modo fundamental
con la Constitución de Cádiz:
Nosotros anhelamos, pues, la difusión de la cultura en la
masa popular y el desarrollo económico, como medio de formar una literatura
brillante digna de nuestra amada patria… El proselitismo de las guerras de
Napoleón dieron sus frutos en la Constitución de Cádiz, constitución que
representa en términos precisos el triunfo de la libertad del hombre individual
y socialmente considerado.
El vate otorga un valor no solo
jurídico sino humanista, ético e histórico a la Constitución de las Cortes de
Cádiz del 19 de marzo de 1812:
Con esta Constitución se derribó el dogmatismo teológico,
la metafísica escolástica que eran la filosofía tradicional de España,
enfrentada a las celebraciones nuevas que habían sido originadas por las
necesidades de la época y la nueva orientación que había tomado el pensamiento
científico.
Recordemos que con dicha Constitución
surgen nuevos tiempos no solo para España, sino para América, y esto es
apreciado jurídicamente por Vallejo. Vallejo creía que no puede haber
transformación constitucional sin la preparación intelectual que produce la
conciencia constitucional, patriótica, nacional y sin el compromiso para
construir un gobierno y un Estado. Para él no se trataba solo de tener una
Constitución, sino de quererla y vivirla. Vallejo siguiendo a Aristóteles
señala que la finalidad del gobierno es buscar la felicidad de los gobernados.
Además afirma que el fundamento del patriotismo constitucional requiere una
perspectiva de dignidad humana. En su tesis Vallejo evidenciaba que tenía una
posición cuestionadora del constitucionalismo dogmático de aquel entonces y
proponía un constitucionalismo más humano, basado en el equilibrio del logos y
de la pasión, y que estuviera al servicio de su pueblo a fin de “formar una
literatura brillante, digna de nuestra amada patria”.
Respecto a la democracia, en su cuento
Colacho hermanos, que a modo de sátira presenta a la democracia peruana como
una farsa burguesa, manejada bajo presiones diplomáticas y de empresas
transnacionales. En su obra Rusia en 1931, describe New York, símbolo del
capitalismo, y “selva de acero en que se desarrolla el drama regresivo y casi
zoológico de millones de indefensos trabajadores, devorado por unos cuantos
patrones”, y define al Estado capitalista como “la dictadura de unos cuantos
explotadores sobre la masa de productores”.
Ricoeur sostiene que una democracia
radical es imposible sin construir una
moral civil desde los distintos ámbitos de la ética aplicada pues la democracia
no es posible si no se sostiene desde la justicia como un valor no solo
discursivo sino también legal y político. Vallejo por su lado apostó por el
desarrollo de los pueblos desde las bases democráticas y la participación
ciudadana real, para una democracia real, tal como lo proponía Ricoeur. Nuestro
poeta es un activista, militante de las luchas sociales, sindicales, políticas
y democráticas y sabe bien que los problemas sociales se deben abordar desde
las causas y sus estructuras y eso es un deber irrenunciable del Estado:
Una
vez más hay que convencerse de que los problemas sociales deben ser afrontados
en sus bases económicas profundas, y no en sus apariencias. La cuestión del
tráfico no es del resorte policial ni municipal; ella es más bien esencialmente
económica, y su solución no es tan fácil como se imagina cualquier prefecto de
policía capitalista sino que está entrañada y depende de la estructura
intrínseca del Estado y de las relaciones sociales de la producción. La dación
de un nuevo calendario destinado a organizar científicamente las exigencias
modernas del movimiento urbano no puede venir sino de un gobierno socialista,
cuya gestión se apoya en la síntesis organizada y realmente soberana de los
intereses colectivos (La urbe socialista y la ciudad del provenir).
El constitucionalismo vallejiano cobra vigencia en las
circunstancias actuales cuando observamos que en muchos lugares del mundo, los
ciudadanos tienen que protestar para hacerse escuchar y respetar por el Estado.
Vallejo en su obra dejó constancia también de que asumía y defendía el derecho a la
protesta:
Los medios que para realizar la paz ponen en juego los
obreros discrepan, en consecuencia, de los métodos que con el mismo fin emplea
el gobierno. El señor Briand piensa matar la guerra por medio de un contrato
firmado espontánea y sinceramente por todos los gobiernos de la tierra. La
clase proletaria piensa, por su parte, matar la guerra por medio de una
revolución universal. Nada, pues, más lógico que el gobierno encuentre absurdas
las jornadas pacifistas proletarias y que las impida a golpe de sable
(Pacifismo capitalista y pacifismo proletario).
En el mismo artículo Vallejo
plantea que en una democracia real el acceso al confort material se debe
socializar, debe ser democrática, debe ser para todos:
Indudablemente,
el confort material, las facilidades de rapidez y precisión con que el progreso
industrial encauza y motoriza la vida urbana son necesarios a la ciudad del
porvenir. Mas no basta que la sociedad produzca y consuma estos elementos de
vida, al azar. Menester es que su reducción y consumo se democraticen, se
socialicen. Menester es socializar el trabajo, la técnica, los medios e
instrumentos de la producción, de una parte; y de la otra, la riqueza.
El poeta como
militante de la democracia, denuncia que en España se mata a todos: “al niño,
al juguete, a la madre Rosenda, al viejo Adán, al perro, al libro, al sabio, a
su bastón, al barbero, a su colega, al mendigo, a la enfermera, al sacerdote”.
Ante eso, pide a los voluntarios que por causa de la vida y en nombre del
futuro “maten a la muerte”, maten a quienes representan un peligro para la
democracia. Les pide que “maten” por la libertad y por la paz, tanto del
explotado como la del explotador. Les quiere contagiar su sueño, el sueño por
la que es posible morir: la España Republicana y democrática, la España libre.
En ese sentido, los
milicianos son retratados no solo como Voluntarios de la Vida sino también como
los Voluntarios por la democracia contra los fascistas que son los Voluntarios
de la Muerte (la dictadura).
Vallejo formula también su idea sobre
la democracia económica:
La
igualdad económica es un proceso de inmensa complejidad social e histórica, y
su realización se sujeta a leyes que no es posible violentar según los buenos
deseos de los individuos y de la sociedad. La democracia económica depende de
fuerzas y directivas sociales independientes, por así decirlo, de la voluntad o
capricho de los hombres. Lo que, a lo sumo, puede hacerse es transformar el
ritmo y la velocidad del proceso, pero no forzarlo con medidas eléctricas y
mapas o manos mágicas. No es, pues, serio atribuir al soviet el poder de
realizar, del golpe y en los trece años que lleva en el gobierno, la democracia
económica completa, y tan completa que puede reflejarse en mínimas relaciones
de la vida colectiva, como es la cuestión de las clases de los trenes. El otro
error reside en que, aun suponiendo que la desigualdad económica fuese un hecho
absolutamente logrado en el soviet, se olvida que en Rusia hay extranjeros de
paso y que estos extranjeros son, en su mayoría, ricos (La urbe socialista y la
ciudad del porvenir).
Un elemento fundamental para
la democracia es la obediencia, es decir, el respeto a las leyes de todos por
igual; el principio de que todos somos iguales ante la ley, era un principio
también en la vida y obra de Vallejo:
El
acto de obedecer se realiza horizontalmente y en un solo plano: el democrático.
Esta democracia social se refleja actualmente en la vida del propio Partido
Comunista ruso. El centralismo jerárquico prerrevolucionario ha pasado a la
historia. Las condiciones sociales de Rusia han cambiado, haciéndolo
innecesario. Lenin decía, en 1904: Los
bolcheviques estamos por la democracia, pero solamente cuando ella sea
realmente posible. La democracia no es, efectivamente, posible, si no goza
de las garantías necesarias para manifestarse. La revolución, primero, y,
después, el nacimiento y consolidación creciente de los derechos del trabajador
han creado en Rusia dichas garantías y, en la actualidad, la democracia
proletaria no solo es ya posible, sino que es un hecho concreto necesario para
el desarrollo socialista del país… El edificio social se sostiene aquí, no ya
de arriba abajo, ni de abajo arriba, sino codeándose y hombreándose, paralela y
recíprocamente, los diversos elementos colectivos e individuales que lo
integran… El acto social de la obediencia subsiste en la vida soviética. Y, no
solamente subsiste, sino que se ha depurado y extendido, haciéndose una norma
justa y universal de todos los componentes de la colectividad (¿Quiénes mandan
y quiénes obedecen?).
La vocación democrática
humanista de Vallejo se demuestra también cuando asume el problema de la
convivencia humana, situándola siempre por encima de las vicisitudes históricas
de la política y la economía. Para Vallejo
la democracia significaba lo más profundo y sagrado del pueblo, la libertad:
Un
fenómeno nuevo en la historia de las relaciones entre los estados libres,
surge, de esta manera, en los actuales momentos: la internalización de la causa
democrática, y que este fenómeno arranca de necesidades tanto más perentorias
de autodefensa, cuanto la ofensiva desencadenada por las fuerza regresivas de
la historia. Porque no se trata ya de una simple agresión a una determinada
ideología política, a un tipo de sociedad, a una forma de Estado, sino de ataques
a fondo contra el cuerpo y el espíritu mismo de los pueblos, contra sus bases
históricas, sus maneras de pensar y de vivir, en fin, contra sus instintos
vitales más profundos y sagrados.
Ya desde la filosofía política griega nos enseñaron que
lo opuesto a la democracia es la demagogia y Vallejo lo sabe por eso nos
advierte de no caer en ello:
Hoy
más que nunca, la mecánica social fundada en el triunfo de la técnica
industrial, funciona completamente de espaldas al consenso del espíritu,
personificado por el artista, el escritor o el sabio… Y es que lo que importa,
sobre todo al intelectual, es traducir las aspiraciones populares del modo más
auténtico y directo, cuidándose menos del efecto inmediato (no digo demagógico)
de sus actos, mas de su resonancia y eficacia en la dialéctica social” (Las
grandes lecciones culturales de la guerra española).
Lo contrario a la demagogia es el compromiso. Siendo así
precisamos que Vallejo formula una teoría del compromiso político y
democrático, teniendo en cuenta lo siguiente:
i)
el
artista no puede ser neutral en política, sino que debe comprometerse creando
“nebulosas políticas y suscitando inquietudes”, pero no debe rebajar su rol
poniéndose al servicio de cualquier interés político;
ii)
el
pensamiento opera teleológicamente. Es decir, que su fin no es teórico sino
fundamentalmente práctico, y actúa a favor de ciertos intereses, o de modo
revolucionario o reaccionario, pero que nunca puede dejar de tomar partido (El
pensamiento revolucionario);
iii) el pueblo organizado
democráticamente debe poseer posiciones estratégicas y tácticas. Esto evidencia
pues que la posición democrática de Vallejo era marxista y táctica, la cual
funda su teoría del compromiso.
Asimismo, la obra vallejiana nos
inspira también a asumir al Derecho como instrumento para alcanzar justicia y
paz social. Recordemos que él estuvo vinculado directamente al Derecho: fue
estudiante de Derecho, ayudante de Gobernador y Juez. Poetiza una especie de
apología al Derecho: “¡Oh juventud! La hermosa Primavera su flor de fuerza y
luz pone en tu pecho: acoge a su perfume tu bandera en tu lid por la Patria y
el Derecho” (Primaveral). Vallejo manejaba adecuadamente la terminología y el
conocimiento jurídico, y avizoró el desarrollo del Derecho Internacional
Americano: “Hay motivo pues, para pensar que en América Latina ha de crearse un
derecho internacional propio que acaso sea, por el hecho de basarse en los
valores universales de sinceridad y franqueza, el derecho de todos los pueblos
del porvenir”.
Vallejo reflexionó sobre temas
específicos de la política y el Derecho Internacional: la paz, el desarme, la
guerra. La coyuntura política mundial se convierte en objeto privilegiado de su
meditación e integra conscientemente su obra a la historia de los pueblos.
Tanto en su época como hasta hoy en día se caracteriza por la lucha entre el
“execrable sistema” donde “tanto dinero cuesta ser pobre” y la sociedad ideal
donde proyecta su utopía. De esta confrontación emerge un prototipo de hombre,
hombre de la colectividad que no será sino por y para los otros hombres,
construyendo así al hombre universal.
Asimismo, analiza las consecuencias de
las inhumanas políticas internacionales de quienes gobiernan el mundo (que no
solo es el poder político, sino sobre todo el poder económico) que nos han
llevado a la desgracia y han frustrado un proyecto de humanidad:
Las desviaciones y dolores engendrados por la guerra han
preparado el terreno para esta inquietud. Los grandes males de la historia
aturden y sumen al hombre en la estupefacción y en el caos. La humanidad
pierde, ante estos cataclismos, la cabeza. La guerra de 1914, quiebra y
bancarrota de un momento social de la historia –el régimen burgués-, nos ha
sumergido y nos mantiene aun inmersos en el estupor y el desconcierto. Las
diferentes expresiones sociales de este estado de espíritu testimonial, con su
desacuerdo, su inconsistencia, su fugacidad, sus síncopes y su elíptica
barroca, nuestra confusión y nuestro desquiciamiento. La accidentada agonía del
capitalismo –con sus grandes reacciones (fascismo italiano, imperialismo
yanqui) y sus dolorosas pesadillas (las contradicciones de la estabilización)-,
de un lado, y, de otro, la no menos accidentada epifanía comunista –con sus
vórtices extremistas (política agraria) y sus traspiés (la NEP)- son evidentes
manifestaciones de nuestra etapa désaxée
(Una gran consulta internacional).
Observamos que el vate reflexionó y
escribió sobre hechos y procesos de la política internacional de su tiempo. Lo
hizo con agudeza, destreza y conocimiento de situaciones específicas y muy al tanto
de los debates de su época.
3. Derecho al trabajo
Vallejo asume que
“El trabajo es y ha sido siempre disciplina orgánica” (Capitalismo de Estado y
estructura socialista). Vallejo elaboró su reflexión sobre el trabajo
analizando y cuestionando causas, consecuencias y contextos laborales, desde un
humanismo muy suyo. El vate define el trabajo como un rasgo específico y
original del hombre: “El trabajo material o intelectual, es… una ley esencialmente
humana” (Reportaje Rusia en 1931). Añade en su artículo El cinema, que el
trabajo es “El gran recreador del mundo, el esfuerzo de los esfuerzos, el acto
de los actos. No es la masa lo más importante, sino el movimiento de la masa,
el acto de la masa, como no es la materia la matriz de la vida, sino el
movimiento de la materia (desde Heráclito a Marx)”. Vallejo sigue a Eisentein
en su análisis sobre el trabajo:
El trabajo fue individual en la era presocial de los
hombres, pero él empezó luego a ser social el día en que nació la colectividad
humana. Es más: es el día en que por primera vez se unieron dos hombres para
trabajar, que nació la colectividad humana. Es más: es el día en que por
primera vez se unieron dos hombres para trabajar, que nació el primer germen de
la sociedad. El trabajo es el padre de la sociedad humana. El trabajo es en el
hombre un fenómeno esencialmente colectivo, un acto de multitud. Todos deben
trabajar (El cinema).
Reafirma además: “En la sociedad
humana, el trabajo… es ley y destino propios e ineluctables del individuo”, y
que el trabajador junto con sus compañeros de labores constituye “la gran
fraternidad del trabajo”. Pero es una fraternidad amenazada por la vulneración
de los derechos laborales, preocupación constante en Vallejo: “Pienso en los
desocupados. Pienso en los cuarenta millones de hambrientos que el capitalismo
ha arrojado de sus fábricas y de sus campos. ¡Quince millones de obreros
parados y sus familias! ¿Qué va a ser de este ejército de pobres, sin
precedente en la historia?”. Los Reportajes de Vallejo escritos en los años
treinta resulta de una vigencia reveladora: “los conflictos entre el capital y
el trabajo… han destruido… el alza de los salarios. Y no solo lo ha detenido,
sino que ha hecho bajar hasta un 40% esos salarios... El cierre de fabricas y
la falta de trabajo han venido luego a agravar la situación económica de las
masas, a tal extremo que el obrero carece, él y su familia, del pan de cada
día” (Reportaje Rusia ante el segundo Plan quinquenal).
El poeta critica también el hecho de
que el trabajo alienante haya deshumanizado al hombre:
La ley de la división del trabajo y la necesidad de las
especializaciones constituyen el espejo de su complicación. En Nueva York no
hay hombre, integral, pleno, entero
sino hombres, mitades de hombres, cuartos, octavos de hombre. Un dentista no
piensa y se conduce como cualquier hombre, sino como hombre dentista; su
espíritu es espíritu odontológico y no espíritu humano (El enigma de los EEUU).
Esta despersonalización vuelve a ser
descrita cuando señala:
Los técnicos hablan y viven como técnicos y rara vez como
hombres. Es muy difícil ser técnico y hombre, al mismo tiempo… ya sabemos hasta
qué punto los técnicos se enredan en los hilos de los bastidores, cayendo por
el lado flaco del sistema, del prejuicio doctrinario o del interés profesional,
consciente o subconscientemente y fracturándose así la sensibilidad plena del
hombre (Contra el secreto profesional).
Vallejo defendió el derecho al trabajo
porque observaba que el contexto laboral era alarmante: vulneración de
derechos, desempleo masivo, explotación laboral. Como lo sucedido en la crisis
de 1929 de New York que ocasionó que en Estados Unidos 17 millones de trabajadores
quedaran desempleados. Hechos como estos el vate los hizo poesía: “Parado
individual entre treinta millones de parados, andante en multitud… parados los
petróleos conexos, parada en sus auténticos apóstrofes la luz”. Es un poema
inspirado en la desocupación masiva que afligió al occidente como consecuencia
de la depresión: “Fundidor del canón, que sabe cuántas zarpas son acero,
tejedor que conoce los hilos positivos de sus venas… ¡qué salto el retratado en
su talón, y qué humo el de su boca ayuna, y con su talle incide, canto a canto,
en su herramienta atroz, parada y qué idea de dolorosa válvula en su pómulo!”.
El humanismo jurídico vallejiano, desde “sus venas abiertas” no hace más que
expresarse desde una escritura impregnada por solidaridades históricas.
Nuestro vate postulaba un derecho
laboral humanista, según la cual el trabajo es “productor del hombre”, en el
sentido en que el hombre se realiza humanamente, gracias al trabajo, acto a la
vez teórico y práctico: “Considerando que el hombre, procede suavemente del
trabajo y repercute jefe, suena subordinado”. “Repercute jefe” significa que el
hombre por el trabajo práctico y teórico se convierte en madre e hijo de la
naturaleza. Mientras que “suena subordinado” expresa que el nuevo Prometeo está
encadenado por la alienación social de una sociedad dividida en clases donde
triunfa la explotación del hombre por el hombre o en término hobbsiano: “el
hombre es lobo del hombre”. Actualmente, somos testigos del modo en que los
regímenes laborales y el estilo de vida consumista, deshumanizan al trabajador,
despojándolo de su cualidad de hombre, haciendo que este no perciba al trabajo
como instrumento de humanización, sino de subordinación. La identificación de
Vallejo con el trabajador explotado, como tantos de hoy en día, es plena,
incluso él mismo se pone de ejemplo de trabajador mal pagado: “Pero he venido
de Trujillo a Lima. Pero gano un sueldo de cinco soles” (XIV), o cuando escribe
que si no trabaja no vive: “Todos los días amanezco a ciegas, a trabajar para
vivir”, y toma el desayuno “sin probar gota de él, todas las mañanas” (LVI).
Para Vallejo, desde su perspectiva
laboral, el trabajo es también un elemento decisivo de la epopeya humana y que
incluso es anterior a la casa y a la
familia: “El espíritu, los intereses y hasta la mecánica social de la casa no
son sino una simple prolongación de los del taller. La familia gira en torno
del trabajo” (Amor clasista y amor revolucionario).
Al igual que Eisenstein, Vallejo
glorifica al trabajo y le otorga una categoría de “mito asentado en el futuro.
Es esta la fiesta de esperanza, de fe, de esfuerzo, de buena voluntad, de
justicia práctica y de amor universal” (El cinema). Vallejo desde su humanismo
jurídico elabora una estética laboral, con todos sus componentes: trabajadores,
derechos, empresarios, productividad, leyes laborales, mercado, capital,
huelga, sindicato y salario. Su estética del trabajo le permite retratar con un
lenguaje poético al obrero: “Numerosos son los obreros, cuyas fuentes meditativas
y silenciosas se levantan un tanto para oír mejor la música. Sus ojos parecen
hundirse entonces en el mundo de los sueños infinitos” (La emoción artística y
técnica).
Vallejo asume que: “El trabajo es el
padre de la vida y… proporciona los medios por los cuales la humanidad podía
alcanzar su auténtica realización de su potencial colectivo” (La estética del
trabajo). La novedad de la estética laboral vallejiana es que parte de una base
antropológica, dialéctica, histórica y filosófica de la función del trabajo en
la constitución de los rasgos característicos de lo humano: “El instinto del
trabajo es, cronológica y jerárquicamente, el primero entre todos... Lo primero
que hace un niño al nacer es un esfuerzo (grito, movimiento, gesto) para
contrarrestar un dolor, malestar o incomodidad. Este instinto puede llamarse el
de la lucha por la vida (instinto del trabajo), base de una nueva estética: la
estética del trabajo”. La búsqueda de lo humano auténtico que Vallejo anhela en
su obra, tiene consecuencias políticas y éticas que creemos se podrían plantear
en un proyecto de los trabajadores y del trabajo. Sin embargo, el derrotero de
los trabajadores y del mundo laboral es largo, complicado, complejo y requiere
de construirlo entre todos, pues “Hay hermanos muchísimo que hacer”.
4.
Derecho a la identidad cultural y respeto a la madre tierra
En Vallejo existen también dos
aspectos que se vinculan en su humanismo jurídico: la identidad cultural y la
madre tierra. Él se hizo universal sin dejar de ser autóctono y sin renunciar a
sus raíces andinas y latinoamericanas, tampoco se dejó enajenar por el estilo
de vida europeo. Tal como
sostiene Gutiérrez, citado por de Priego: “Yo encuentro a Vallejo… muy poco
europeo. Hay autores muy importantes en la Francia que vivió Vallejo y da la
impresión que él pasa entre ellos, sin más, como si hubiera vivido ese mundo
francés, tan seductor y tan rico intelectualmente, con el impermeable puesto”
(2003, p.329). Él
luchó permanentemente para no perder su
autenticidad de hombre, síntesis de culturas, defendió el derecho a la
identidad cultural y en eso consiste también la originalidad de su
universalidad:
El folclore de América, en los aztecas como en los incas,
posee inesperadas luces de revelación para la cultura europea. En artes
plásticas, en medicina, en literatura, en ciencias sociales, en lingüística, en
ciencias físicas y naturales, se pueden verter inusitadas sugestiones, del todo
distintas al espíritu europeo. En esas obras autóctonas, sí que tenemos
personalidad y soberanía y, para traducirlas y hacerlas conocer, no necesitamos
jefes morales ni patrones. Lo otro no es trabajar por el incremento de nuestras
posibilidades y realizaciones efectivas, sino truncarlas y destruirlas. Porque
no debemos olvidar que, a lo largo del proceso hispanoamericanizante de nuestro
pensamiento, palpita y vive y corre, de manera intermitente pero
indestructible, el hilo de sangre indígena, como cifra dominante de nuestro
porvenir (Una gran reunión latinoamericana).
El derecho a la identidad que
planteaba Vallejo, nos obliga a partir de la identidad cultural que él mismo
inspiraba; él desde su obra lírica regresa a su experiencia personal, en la que
su poesía está asentada desde una antropología e identidad cultural. De ahí que
sea la travesía poética más solitaria y dolorosa, pero también la más lúcida y
solidaria, que solo podía expresar un alma sincera y humana como la suya, y que
estaba lejos – en su planteamiento sobre la identidad- todo tipo de nacionalismos o predominio de
idiomas:
Aparte de este
desdén político y oficial por el nacionalismo de los idiomas, es menester
convencerse de que las preocupaciones patrióticas en materia de lenguas son
preocupaciones únicamente literarias y sin fundamento vital en la convivencia
humana… En las fronteras todos saben hablar y hacerse entender en cualquier
idioma y nadie disputa ni se pega porque los otros se expresan en lenguas
distintas. Lo que importa es entenderse y resolver la vida con la mayor justeza
en cada momento (Menos comunista y menos fascista).
Vallejo era la personificación de las
profundidades de la tierra. Según Larrea el pensamiento vallejiano se nos
muestra en su auténtica desnudez, aflorando la atracción por su tierra. En el
fondo Vallejo ansía revitalizar la raza autóctona para devolverle su dignidad,
para despertarla y engrandecerla integrándola en el mundo. Larrea lo describe
así:
Los rasgos
fisionómicos, tan terminantes, tan sin réplica, de su filiación andina… Su
temperamento andino había sabido al desintegrar el castellano, sacer de él
asombroso efectos poéticos, calorías verbales extraordinarias… Todo un mundo
nuevo estaba allí en potencia (1957, p. 80).
Vallejo hace del Perú un espacio
totalmente del mundo y su presencia en su obra es realmente universal:
¡Oh juventud!
La hermosa Primavera su flor de fuerza y luz pone en tu pecho: acoge a su
perfume tu bandera en tu lid por la Patria… Natura te ama, y en ella está la
fuerza creadora… que hoy en las hondas venas se derrama, del hombre, el suelo,
el pájaro y la flora…Tú llevarás, oh heráldica amazona, de victoria en victoria
tu bandera (Primavera).
Según Ferrari (1996, p. 139) Vallejo
fue permanentemente un desarraigado. Su lugar original y único fue Santiago de
Chuco puesto que Trujillo (la cárcel), Lima (la incomprensión de su obra) y
París (la muerte) fueron lugares en la que no tuvo lugar. Se sentía nadie y
cuando eso sucedía recurría a lo único que le quedaba y que no le habían podido
arrebatar: su identidad cultural. Sin embargo también podemos sostener que es desde
ese desarraigo que Vallejo, en un ejercicio dialéctico de interculturalidad,
sobre todo, estando en Europa crea una nueva identidad y crea una nueva
dimensión del hombre, que depende fundamentalmente de su carácter de ciudadano
del mundo. Esta ha sido la gran preocupación de Vallejo: ser un ciudadano
universal auténtico y total.
En su obra Teoría de la reputación,
narra la historia de un personaje acusado de haber cometido un delito. El tema
central de la obra es la importancia del nombre como elemento determinante de
la identidad del hombre. Se trata de un delincuente capturado por la policía y
cuando le preguntan por su nombre manifiesta que no lo tiene, lo cual complica
la labor de la policía: “Yo no tengo nombre, dijo el preso, cubierto de sudor y
dignidad”.
Sabemos pues que el nombre ubica
jurídica y socialmente al ser humano en una sociedad, lo hace sujeto de
derechos y de deberes, pero al carecer de dicho nombre, queda relegado de todo
ello. Según la Teoría de la reputación, quien conserva la firma detenta el
secreto del nombre del firmante:
La
vida de un hombre -…-, está revelada toda entera en un solo de sus actos. El
nombre de un hombre está también revelado en una sola de sus firmas. Saber ese
acto representativo, es saber su vida verdadera. Saber esa firma
representativa, es saber su nombre verdadero.
Vallejo critica así a aquellas
sociedades en la que las personas valen por el origen o el “prestigio” de sus
nombres, de las familias y los abolengos que preservan la “pureza” de su
estirpe. En su obra poética también revela los problemas que plantea el nombre.
En Piedra negra sobre una piedra blanca, el poeta habla de sí mismo y menciona
su nombre como si se tratara de otra persona: “César Vallejo ha muerto, le
pegaban”. En Nómina de huesos, el pedido de que se llame a un ser humano “por
su nombre” deviene en imposible. En el poema Voy a hablar de la esperanza,
repite su nombre y apellido dos veces: “Yo no sufro de este dolor como César
Vallejo… Si no me llamase César Vallejo, también sufriría este mismo dolor”.
En definitiva, el derecho a la
identidad y la noción de hogar cultural tiene en Vallejo una importancia
fundamental. Todo hombre necesita un hogar cultural propio, una identidad;
Vallejo cree que los europeos se dejaron llevar por la máquina de la
industrialización deshumanizante y de las modas y eso les hizo perder identidad
cultural. Mas sin embargo esa misma ausencia de hogar cultural también la
observó en el Perú y Latinoamérica, la que, según el vate, podría construirse
sobre la base de una sensibilidad autóctona, americana e indígena en diálogo
con los otros hogares culturales: “indio después del hombre y antes de él”
(Telúrica y magnética). Vallejo creía en la necesidad de estar arraigado a una
tierra: “Coincidimos en la necesidad de una literatura nueva, enraizada en la
tierra y el espíritu vernaculares” (carta a Aurelio Miro Quesada).
Para Orrego la obra de Vallejo
es “hondamente peruana, porque también es hondamente universal y humana, ya
que, el más profundo, el más vital nacionalismo conduce siempre a lo
universal”. Aun cuando no respaldamos la tesis del indigenismo cerrado y
radical de Vallejo, sí consideramos que el entorno cultural y andino influyó
sobre su obra, y sin dejar de ser fiel a sus raíces, expandirá universalmente
su mensaje, asumiendo un horizonte socio político, cultural y artístico. En ese
sentido, estamos de acuerdo con Villanes, citado por Olascoaga:
Vallejo
vino al mundo con una elección mayor: no habló por el indígena sino como
el indígena; consciente o inconscientemente su literatura lleva el espíritu
aborigen, que bebió en el seno materno, bautizó en la prisión y perfeccionó por
los caminos del mundo. Sufrió Paris, descubrió Rusia y lloró España, con la
solidaridad humana del indígena, y con su palabra coloquial y simbólica, abrió
una ventana de humanidad al mundo (2009, p. 65).
Por lo que la identidad cultural, el
respeto a la madre tierra y el derecho al Buen Vivir es una de las
características de su original humanismo jurídico, en la que se respira
peruanidad desde un humanismo universal. Vallejo con su vida y con su obra se
constituye en un símbolo del Perú y del peruano, representa nuestro mestizaje
cultural, la marginación cultural y racial, la represión, la búsqueda de un
nuevo lenguaje que nos exprese con originalidad, junto con un mundo realmente
humano y humanizador, íntegro e integrador. Algunos autores incluso postulan a
que Vallejo representa al americano auténtico, con voz propia e intransferible.
Fue profundamente andino y a la vez universal, con apertura de espíritu,
globalizando la solidaridad y un planeta no solo de hombres sino de “hombres
humanos” y humanizados. Plasmando así una síntesis superior, la de un hombre
sin fronteras: un hombre cabalmente humano y universal. La diversidad y lo
multifacético de su obra tiene algo en común y unificador: su peculiar
humanismo y su apuesta por un mundo único, justo y digno.
Respecto al compromiso vallejiano por la defensa de la
madre tierra y el derecho al Buen Vivir, citamos el poema Los mineros salieron
a la mina, dedicado a los mineros, emblema del humanismo jurídico al cual el
poeta aspiraba:
Craneados
de labor, y calzados de cuero de vizcacha, calzados de senderos infinitos, y
los ojos de físico llorar, creadores de la profundidad, saben, a cielo
intermitente de escalera bajar mirando para arriba, saben subir mirando para
abajo… ¡Loor al antiguo juego de su naturaleza, a sus insomnes órganos, a su
saliva rústica! ¡Temple, filo y punta, a sus pestañas! ¡Crezcan la yerba, el
liquen y la rana en sus adverbios!
Prosigue el poema
representando al minero como el labrador de las profundidades de la tierra y de
la vida misma, se trata de una profundidad (vida) que no debe ser amenazada con
la intervención inadecuada del hombre, generando un “síntoma profundo”. El
poema retrata el esfuerzo de los mineros y la dureza de su trabajo: “Los
mineros salieron de la mina remontando sus ruinas venideras, fajaron su salud
con estampidos y elaborando su función mental, cerraron con sus voces el
socavón”. Ellos entre sí conservan una peculiar unidad por sus “voces”, “sus
linternas”, sus “cubos” y “rombos” son trabajadores y “creadores de la
profundidad”. El poema hace un explícito reconocimiento a la labor del minero,
incluso con cierto tono épico. Otra obra que narra las desventuras y
adversidades del campesino y de la comunidad frente a la actividad minera de
una empresa extranjera es El Tungsteno.
Por otro lado, en el poema El libro de
la naturaleza, el hombre le rinde homenaje a la naturaleza:
Profesor de
sollozo –he dicho a un árbol- palo de azogue, tilo rumoreante, a la orilla del
Marne, un buen alumno leyendo va en tu naipe, en tu hojarasca, entre el agua
evidente y el sol falso, su tres de copas, su caballo de oros. Rector de los
capítulos del cielo, de la mosca ardiente, de la calma manual que hay en los
asnos; rector de honda ignorancia… el hambre de razón que le enloquece y la sed
de demencia que le aloca... su rey precoz, telúrico, volcánico, de espaldas… Oh
técnico, de tanto que te inclinas! ¡Oh tilo! ¡Oh palo rumoroso junto al Marne!
Vallejo resulta pues una auténtica voz
de inspiración humana, siendo capaz de describir todas las dimensiones humanas:
“Lo horrible, lo suntuario, lo lentísimo lo augusto, lo infructuoso lo aciago,
lo crispante, lo mojado, lo fatal lo todo, lo purísimo, lo lóbrego lo acerbo,
lo satánico, lo táctil, lo profundo” (La paz, la avispa, el taco). El poeta nos
muestra un mundo de cosas hechas por el hombre y para el hombre, cuyo sentido
simbólico, recrea a partir de la existencia humana cotidiana, pues el habitat
que es el horizonte del hombre, es siempre la casa donde habitamos todos pues a
todos nos corresponde el derecho al Buen Vivir: “Mi casa, por desgracia, es una
casa, un suelo, por ventura, donde vive con su inscripción mi cucharita amada,
mi querido esqueleto ya sin letras, la navaja, un cigarro permanente” (Ello es
que el lugar donde me pongo). Para Vallejo, la naturaleza es y existe en tanto
tiene relación con el hombre, el hombre le da sentido a la naturaleza y es su
obligación conservarla dignamente. La naturaleza es un complejo de referencias
que parten del hombre y convergen en él. En esta perspectiva, la naturaleza
prolonga al hombre en el exterior, es como su proyección y su imagen objetiva y
permanente en el mundo.
El verdadero motivo del humanismo
jurídico vallejiano es siempre el hombre concreto, existente, con su vida, su historia,
su madre tierra, su sufrimiento, su cuerpo, su hambre, su soledad, sus
contradicciones y esperanzas. Todo lo que existe y que su obra trata de
expresar, recibe su sentido en el binomio inseparable hombre/naturaleza: “Monte
que tantas veces manara oración, prosa fluvial de llanas lágrimas” (Poemas
Humanos). Para Vallejo no se trata solamente de la humanización del paisaje
sino de una utilización simbólica de elementos del paisaje que trascienden una
realidad exclusivamente humana.
En definitiva, para Vallejo la madre
tierra es el origen a la que siempre hay que retornar: “Y bajo la frente
pensando que sí es cierto que ya no estoy en Santiago, en el seno de los míos,
que ya todo eso pasó, pero volveré alguna tarde de enero caminito a mi tierra,
mi querida tierra” (carta a su hermano Manuel). El lugar natal es una fuente
creativa y creadora del humanismo jurídico vallejiano, y si bien parte de su
poesía inicial tiene rasgos del indigenismo, este no fue un indigenismo
racista. Su punto de vista se nutrió del amor al hombre por encima de las
circunstancias étnicas, entre el ser y la vida. Supo como heredero del alma
colectiva de su tierra superar cualquier forma de localismo, adquiriendo desde
el inicio de su obra una visión universalista. En todo caso con Vallejo se
trata de un indigenismo como exaltación, homenaje, protesta y de carácter
universal, porque trasluce la universalidad de los sentimientos humanos. Para
Orrego la obra de Vallejo era “hondamente peruana, porque también es hondamente
universal y humana, ya que, el más profundo, el más vital nacionalismo conduce
siempre a lo universal” (pp. 221-222).
5.
Derecho al debido proceso y a la indemnización por errores judiciales
El nefasto proceso seguido contra
Vallejo, aunque muy tardíamente (luego de 90 años), fue desagraviado
públicamente por el Poder Judicial, el año 2007 con el homenaje titulado César
Vallejo, de juez a injusto reo. El Presidente de la Corte Suprema, lo declaró
como el poeta de la justicia, de la dignidad y de una entera humanidad ejemplo
para las nuevas generaciones de magistrados y abogados. En este homenaje se
absolvió póstuma y simbólicamente a Vallejo del proceso penal del que fuera
objeto. De este modo se cumplió con la garantía a la reparación e indemnización
a la que se pueden acoger quienes la administración de justicia les niega, les
retarda la justicia, o comete un error, causando un daño moral y/o material.
En su artículo Las crisis financieras
de la época, expone las artimañas, y argucias de las que está inmerso, muchas
veces, la administración de justicia:
Del curso de los respectivos procesos judiciales resulta,
entre otros esclarecimientos relativos a las condiciones sociales y económicas
que han determinado tales quiebras, que los actores y agentes principales de
estos escándalos son grandes personajes del mundo parisién: condes, marqueses,
duques, ex ministros y potentados del periodismo. Algunos huyen, otros se hacen
los dementes, otros fingen reblandecimiento octogenario, y hay quienes se
refugian en males cardiacos para eludir los trámites y expedientes de la
justicia. Los hay muy cínicos, contra quienes el Juez –obedeciendo a causas que
se ignoran- no se atreve a dictar orden de prisión pese al clamor de la opinión
pública… han demostrado una cobardía zafia y enfermiza que, por la unanimidad
con que se ha producido en los acusados, constituye un síntoma incontrovertible
de graves perturbaciones biológicas en las clases sociales a que pertenecen
dichos responsables… De nada sirve que en la atmósfera y sobre el escritorio de
los jueces floten figuras e imágenes complejas, complicadas directamente en
estos escándalos. De nada sirve, en fin, que la opinión pública se dé perfecta
cuenta de que en torno a estos procesos se intriga y trata de desviar, por
acusas misteriosas, el curso normal de la justicia… En todo caso, queda vigente
el hecho de que en el Estado capitalista no hay garantía ni seguridad para los
que trabajan y ahorran y confían sus ahorros a los otros.
Vallejo se las arregla para crear y
aumentar el drama en sus obras, que muchas de ellas, están plagadas de asuntos
judiciales y jurídicos. O también cuando se burla de que se haya dejado sin
espectáculos a la gente que acudía a los tribunales para espectar los casos
judiciales cuando no tenían dinero para acudir a las obras de teatro:
Monsieur Pierre Laval, nuevo ministro de Justicia de
Francia, acaba de prohibir el ingreso del público a las audiencias judiciales.
Antes, las gentes ociosas y sin dinero para pagar un teatro o una sala de baile
podían distraer su aburrimiento en la sala de los tribunales, sin que les
costara gran cosa. Unos cuantos minutos de espera en los patios historiados,
unos pisotones, unas súplicas a los guardias y ¡adentro, se ha dicho!
Espectáculo de gran interés, el de estas audiencias, en que se ponían a la
tinta edificantes matices ambientales de la urbe. Había espectáculo de los
criminales, jueces, testigos, fiscales y abogados, por una parte; espectáculo
del público, por otra, y, por cuerda separada, espectáculo del público y de la
máquina de la justicia, juntos. ¿Qué más se podía pedir? Las gentes salían
completamente satisfechas. No les había costado dinero… las audiencias de París
colmaban a las gentes de una emoción desinteresada, perfecta, inobjetable. No
hay que añadir la intensidad y amplitud artística de cada audiencia: la
tragedia, el drama propiamente dicho; a veces, la comedia, el vaudeville, el
sainete cómico y hasta la farsa del guignol, el género bufo, la ópera y aun la
danza. En ocasiones, para ciertas demostraciones médico-legales, se daba cinema
y las artes ocultas prestaban importantes servicios en todo cuanto se relaciona
con el mundo astrológico de los destinos (El asesino de Barrès).
En total, Vallejo estuvo 112 días de
prisión en Trujillo (desde el 6 de noviembre 1920 hasta el 26 de febrero de
1921). Esto es uno de los acontecimientos más vergonzosos de nuestra historia
judicial; sin embargo, Vallejo siguiendo el historial de grandes poetas se
atrevió a transitar por las oscuridades y sinsentidos de la vida, y desde allí
resurgió revitalizado con la fortaleza de su honestidad y la fuerza de la
palabra, para enrostrarle a la administración de justicia -desde su humanismo
jurídico- que el alma de los injustamente presos ha encontrado en él a su
vocero más implacable e impecable. Finalmente, aunque la obra de Vallejo no fue
plenamente reconocido de modo oficial por el Estado, su mensaje de esperanza
por un mundo humanizado subyace en la conciencia del pueblo que clama justicia.
Hoy, muchos esperan que se haga realidad la esperanza vallejiana que evoca y
encarna la justicia: “No tengas pena que no es de pobres la pena, el sollozar
junto a su tumba remiéndate, recuerda, confía en tu hilo blanco, fuma, pasa
lista a tu cadena, y guárdala detrás de tu retrato. Ya va a venir el día, ponte
el alma” (Los desgraciados).
En definitiva, la obra de César
Vallejo –de modo explícito e implícito- posee una dimensión humanista,
jurídica, política, ética y un paradigma de justicia y utopía, la que adquiere
una perspectiva ius filosófica y
política, y se constituye en un referente para la formación de los creadores y
operadores del Derecho, la política y para el desarrollo del Derecho y la
Ciencia Política. Por lo que creemos que los centros de estudios además de
preocuparse por formar personas en competencias laborales y profesionales,
deben fundamentalmente formar personas justas orientadas al bien común. Las
currícula de los estudios de la Ciencia Política y del Derecho deben aportar en
la adquisición del sentido crítico que remueva y ahonde las propias
convicciones, y constituirse en espacios donde se propongan los mecanismos y
oportunidades para la práctica de la justicia desde un enfoque humanista,
haciendo del país una preocupación social, académica, cultural y política
constante, valorando la interculturalidad y abriendo la mirada jurídica a un
enfoque interdisciplinario. En ese sentido, la vida y obra de César Vallejo
resulta inspiradora.
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Escritos de viaje. Selección y prólogo de Víctor Vich. Argentina: Fondo de
Cultura Económica.
________ Artículos
y crónicas completas, Tomo I y II. (2002). Recopilación, prólogo, notas y
documentación de Jorge Puccinelli. Lima: Pontificia Universidad Católica del
Perú.
________
Correspondencia completa.
(2002). Edición, estudio preliminar y notas de Jesús Cabel. Lima: Edición del
Rectorado en celebración de los 85 años de la fundación de la Pontificia
Universidad Católica del Perú.