La exclamación por la justicia
humana es una constante en la vida y en la obra de César Vallejo. El vate
santiaguino se constituye en un exponente fundamental de una estética
justiciera y asume la justicia de un modo humanísimo profundo, social, ético y
esperanzador, diseñando así un estilo inédito en la lírica nacional,
hispanoamericana y mundial, como se evidencia en el conjunto de su obra
narrativa, poética, epistolario, teatro y crónicas. La justicia humana que él plantea
está reñida con la piedad expresada en la limosna que se entrega a los pobres
de modo paternalista y clientelista. Esto lo constató en Rusia cuando le
preguntó a una joven comunista si le daría limosna a un pobre, ella le
contestó:
Yo no doy nunca limosna a nadie. La piedad está reñida
con la revolución. La piedad está también reñida con el espíritu soviético. La
piedad es invención de las clases explotadoras de todos los tiempos. En la
sociedad socialista, a la piedad reemplaza la justicia. La piedad va siempre
unida a la injusticia social. El filántropo y el caritativo lo son porque saben
y tienen conciencia de que deben algo a los pobres y necesitados. Por doctrina
y por táctica, nos repugna la caridad (Capitalismo de Estado y estructura
socialista).
El vate tenía una obsesiva preocupación por la justicia
social, era su elan vital y nadie mejor que Georgette, su esposa, ha defendido
con tenacidad el sentido justiciero del vate, pues su obra compromete la
fidelidad a su espíritu y a su expresión esencial: “No había otra cosa que conmoviera más a Vallejo, que le doliera
más, que la injusticia en el mundo. Él estaba desde su nacimiento, y
prenatalmente, destinado a sufrir por el sufrimiento de los demás” (1959,
p.185). El testimonio de Georgette coincide también con el de More: “Toda
la poesía vallejiana es recorrida por un tremendo sentimiento de justicia y por
un inquebrantable afán de sacrificio por el bien social” (1988, p.151).
De acuerdo a Rodríguez el sentimiento de
justicia en Vallejo, persiste como un reclamo permanente y es un elevado valor
de dignificación. Su paradigma de justicia implica igualdad, en la que cada uno
recibe lo que le corresponde: los enfermos la salud; trabajo y felicidad para
todos; solidaridad y amor entre todos. En ese sentido, tiene una concepción
comunitarista de la justicia (2006, pp.26-27).
El paradigma de justicia vallejiano asume que la justicia
es un elemento constitutivo y consustancial para la convivencia y no solo es el
aparato burocrático jurisdiccional. El vate creía en una justicia social,
aquella que atañe a todos, aquella que permite alcanzar la dignificación humana
y que supone la redistribución equitativa de la riqueza producida por la
colectividad, y por la cual hay que luchar: “Vallejo,
duramente irónico me dice: Habías pensado encontrarte con un paraíso. ¡No hay
paraíso! Ni aquí, ni en ninguna parte. Se trata de encontrar justicia, justicia
Social y económica” (Georgette, 1959, p.59). Espinoza también lo
reafirma: “Vallejo vivió su tiempo muy de cerca y adentrado a sus problemas y
demandas sociales. Recorrió las calles cuando se protestaba y se reclamaba por
justicia y respeto. Hizo de su poesía una posibilidad –estética- para alcanzar
justicia” (2001, p.2).
Coyne señala que a Vallejo le preocupan las consecuencias
del hambre, miseria, violencia, enfermedad, muerte, injusticia o ignorancia que
atormentan a los hombres, drama humano que el poeta intenta resolver por medio
de su voz justiciera (1957, pp.143-144). Para alcanzar la dignificación humana
requiere que se ataque los problemas desde la raíz, ir a las causas y a las
estructuras que generan la injusticia y que vulneran la dignidad humana.
Vallejo está atento a eso y por ello cuestiona:
¿La
Revolución Rusa no ha resuelto el problema de la mendicidad? ¿Cuál es el paso
dado en este terreno por el soviet? ¿La revolución mundial tendrá también sus
mendigos, como tiene los suyos la burguesía? ¿Y la justicia social?
(Capitalismo de Estado y estructura socialista).
Su obra se constituye en un estandarte de las constantes
luchas por la justicia y por la dignidad humana. En ese sentido, se puede
sostener que en el paradigma de justicia vallejiano existe una unidad,
continuidad y coherencia, atravesada por una ética que defiende los valores
humanos. Por eso Vallejo no solo representa la existencia de un hombre justo sino
la posibilidad de ser nosotros también otros
hombres justos.
La
injusticia y la desigualdad generan cólera y odio en quienes la sufren, Vallejo
lo sabe y así lo expresa:
El día en que la miseria de los desocupados se haya
agravado y extendido más, descubriendo la impotencia definitiva de los gobiernos
y de los patrones para remediarla y hacerla desaparecer, ese día brillará en
los ojos de muchos millones de hambrientos una cólera y un odio mayores que los
que brillan en los ojos de este hambriento de Moscú. El zarpazo de las masas
sobre los pasteles de los ricos será entonces tremendo, apocalíptico
(Capitalismo de Estado y estructura socialista).
La
pasión de Vallejo por la condición humana es integral y se conduele de la
miseria del hombre en una sociedad capitalista, deshumanizada y explotadora,
incluso se duele del dolor de quien causa dolor; por ello plantea la
reconciliación política entre todos los hombres: “Se amarán todos los hombres”
(Himno a los voluntarios de la República). Para el vate, la paz será producto
de la justicia humana y de la humanización del hombre desde su dimensión
individual y colectiva. De acuerdo a
Georgette:
(…) toda la
obra de Vallejo está penetrada y amasada de política. Su poesía (…) no solo
formalmente es revolucionaria, si usted le da vueltas, siempre encuentra una
base política. Hay… una obsesiva preocupación por la justicia social (1959, p.
67).
El poeta hace de su obra un instrumento de lucha política
para transformar la sociedad que conlleva luego a la revolución total, es
decir, el humanismo humano:
Me viene, hay
días, una gana ubérrima, política, de querer, de besar al cariño en sus dos
rostros, y me viene de lejos un querer demostrativo, otro querer amar, de grado
o fuerza, al que me odia, al que rasga su papel, al muchachito, al que llora
por el que lloraba, al rey del vino, al esclavo del agua, al que ocultóse en su
ira, al que suda, al que pasa, al que sacude su persona en mi alma (Me viene,
hay días, una gana ubérrima).
El paradigma de justicia vallejiano anhela una sociedad
igualitaria, no solo como idea sino sobre todo en lo concreto de la vida,
haciendo que los contrarios se encuentren: “Quiero ayudar al bueno a ser su
poquillo de malo y me urge estar sentado a la diestra del zurdo, y responder al
mudo tratando de serle útil en lo que puedo y también quiero muchísimo lavarle
al cojo el pie”. Para que ricos (“el rey del vino”) y pobres (“el esclavo del agua”),
que expresan los rostros de la sociedad (“besar al cariño en sus dos rostros”),
aprendan a convivir en iguales derechos y oportunidades.
El
paradigma de justicia como virtud suprema reclama y proclama una justicia
humana, surgida de la revolución del pueblo y de la historia, aquella que se
construye no desde las ideas sino desde las acciones cotidianas, haciéndonos
justos:
¿No os basta
oír su tos desgarradora, nacida del hambre de la revolución? ¿No os basta saber
que, hoy mismo, en su calidad de miembro del Partido, su vida es un ejercicio
cotidiano de trabajo y sacrificio por la causa de la justicia? Esta mujer ha
sufrido: luego, tiene derecho a la queja y a la esperanza (…) pienso en la
justicia, no como un juego de revancha del pobre sobre el rico ni como en un
expediente, sentimental y arbitrario, de venganza de una clase explotada sobre
la clase explotadora. Pienso en la justicia, no como en un ideal sacado de la
nada o inventado por los filósofos, apóstoles, taumaturgos, sino como en un fenómeno
de equilibrio colectivo, que se plantea, se realiza y se transforma
constantemente según las evoluciones y revoluciones de la historia (Reportaje
en Rusia).
El paradigma de justicia vallejiano se sienta desde las
bases de una antropología con una proyección universal, asumiendo que su dolor
no es solo suyo, sino la de millones de personas en todo el mundo, sobre todo,
los empobrecidos: “Y en esta hora fría, en que la tierra trasciende a polvo
humano y es tan triste, quisiera yo tocar todas las puertas y suplicar a no sé
quién, perdón, y hacerle pedacitos de pan fresco aquí, en el fondo de mi
corazón”. Este poema de tono profético, resulta un reclamo incontenible, tanto
que él mismo se quisiera convertir en pan para entregarse a los demás, a los
hambrientos de justicia.
La estética de Vallejo constituye un campo fértil para
estudios que pueden escudriñar el lenguaje y la palabra no solo desde lo
literario sino también desde lo retórico, lo jurídico, lo político, lo ético,
lo metafísico, lo histórico y lo filosófico. En ese sentido, la estética
justiciera de Vallejo resulta una fuente de inspiración y acción no solo para
el sujeto político, el creador y el operador del Derecho, sino para toda
persona de buena voluntad.
Vallejo es un hombre de profunda humanidad, incluso hasta
él mismo se convierte en el sujeto activo de la justicia como se expresa
también en el poema El pan nuestro, en la que el afán de reparación lleva al
poeta a “saquear al rico sus viñedos”, para entregarle al vulnerable,
considerando que con ello no estaría cometiendo delito alguno pues estaría
perdonado: “suplicar a no sé quién, perdón”. El poeta es el sujeto identificado
con la necesidad de justicia y el sujeto pasivo son los pobres, los urgidos de justicia. El poema retrata una relación
inequitativa: unos (los ricos), disfrutan de lo que le es debido a toda
persona: el alimento básico, la justicia (representada en el pan), pero los
otros, no tienen lo que les corresponde, son los agraviados. Vallejo plantea la
necesidad de justicia y de igualdad como una preocupación central, ilustrando un
caso donde se atenta contra la justicia distributiva. A unos les ha tocado más
y a otros menos en la distribución. El poeta busca equilibrar esa inequidad,
pero no le satisface esa distribución, por el contrario, se siente injusto.
Percibe que él se ha apropiado de lo que no le corresponde y eso lo persigue y
lo somete a la autoinculpación: “Todos mis huesos son ajenos; yo tal vez los
robé!”, y resuelve su culpa, al reparar y compensar a los demás devolviéndole
lo que es suyo, restableciendo la proporcionalidad en el reparto, simbolizado
en el pan.
El vate expresa su visión de la solidaridad y la perspectiva
que asume desde los pobres, pues lo primero es el compromiso de justicia con
los más vulnerables: “La justicia no es función humana. No puede serlo (…)
Nadie es delincuente nunca. O todos somos delincuentes siempre”. Vale decir, el
paradigma de justicia vallejiana responde a una noción teórica sustentada por
la axiología. En Vallejo, es en el terreno práctico, donde radica la
efectividad y la eficacia de la justicia, como ejercicio concreto, como
realización constante. Por ello, la justicia no es virtud exclusiva de los
jueces ni de los abogados ni del mundo jurídico, sino que su importancia rebasa
hasta llegar a expresiones estéticas y líricas como la que el vate ha recreado
en lo que denominamos el corpus vallejiano.
Referencias
bibliográficas
César Vallejo:
Artículos y crónicas completas, Tomo I y II.
(2002). Recopilación, prólogo, notas y documentación de Jorge Puccinelli. Lima:
PUCP.
Poemas Completos.
(1998). Los Heraldos Negros, Trilce, España aparta de mí este cáliz, Poemas
Humanos. Introducción, edición y notas de Ricardo González Vigil. Lima:
Ediciones Copé.
Coyné, A. (1957). César Vallejo y su obra poética. Lima:
Editorial Letras Peruanas.
Delgado, W., Milla Bartres, C. (1969). Homenaje Internacional a César Vallejo.
Lima: Revista de Cultura Visión del Perú Nº 4.
Espinoza, G. (2012). Las ideas políticas en César Vallejo.
Lima: Rebelión.
De Vallejo, Georgette.
(1959). Apuntes Biográficos sobre Poemas
en Prosa y Poemas Humanos. Lima: Moncloa.
More, E. (1988). Vallejo, en la encrucijada del drama peruano.
Lima: Distribuidora Bendezú.
Paoli, R. (2009). El lenguaje conceptista de César Vallejo.
Alicante: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.
Rodríguez, I. (2006). Vallejo al pie del orbe. Editorial
Universitaria Universidad Ricardo Palma.