La novedad de la obra
vallejiana y su sello distintivo es el de la solidaridad y su incesante
búsqueda de fraternidad. Vallejo ansía la dicha de todos: “¿Cómo ser y estar,
sin darle cólera al vecino?”. Dialécticamente nuestro vate comprende que para
hacer del hombre un ser solidario tiene que pelear: “Pelear por todos y pelear
para que el individuo sea un hombre…. Para que todo el mundo sea un hombre”
(Batallas). Vallejo está en búsqueda del hombre pleno y su obra, transitada de
choques emocionales, conmociones de razones y sin razones, trabadas en raíces
profundamente sinceras, avanzan por entre un “caos teórico y práctico” hacia la
concreción de la solidaridad, planteando alternativas ante la deshumanización. Hace
de su obra un medio para la humanización del hombre. Pero no quiere un hombre
perfecto, lo quiere plenamente humano, ni más ni menos. Por eso su poesía no
busca deslumbrar sino sacudir; no pretende encantar sino estremecer: “Un cojo
pasa dando el brazo a un niño… Otro tiembla de frío, tose, escupe sangre ¿Cabrá
aludir jamás al Yo profundo? Otro busca en el fango huesos, cáscaras” (Poemas Humanos).
Para el vate la sobrevivencia del hombre y del mundo depende de la solidaridad
con el otro y esto no es solo la expresión de una actitud y una práctica
política sino la expresión de una manera de concebirse a sí mismo y al otro
concreto y real.
La poesía vallejiana revela el
grado de solidaridad que siente por el que sufre: “El sufrimiento no es lo
mismo que la tristeza; se puede ser alegre en el sufrimiento, en cambio nunca,
alegre en medio de la tristeza. La tristeza trae cerrazón, amargura…. El
sufrimiento no encierra a Vallejo en sí mismo, al contrario lo abre a la
solidaridad” (Gutiérrez, p. 119). La
conciencia del absurdo conduce a Vallejo a hermanarse con todos los hombres que
sufren, pues para lograr la humanización se debe hacer realidad la solidaridad,
hasta incluso dar la propia vida, como lo hicieron los voluntarios de España,
cuya resistencia solidaria hacía que solo estuviera: “herido mortalmente en
vida”.
Asimismo, la solidaridad
vallejiana no teme denunciar, exigir y confiar: “Y, desgraciadamente el dolor
crece en el mundo a cada rato…Y la naturaleza del dolor, el dolor dos
veces…Señor Ministro de Salud: ¿Qué hacer? ¡Ah! Desgraciadamente, hombres
humanos, hay, hermanos, muchísimo que hacer” (Los nueve monstruos). Para
Vallejo la dimensión de
la solidaridad sobresale de
modo permanente y transversal. Se
trata de un dolor solidarizado y de un dolor doble: el del otro y el propio. En
la obra vallejiana el “Señor Ministro” que en un primer momento fue escrito con
minúscula y luego con mayúscula quiere significar que pasó a un plano superior,
y que ya no se dirige al Ministro terrenal, sino al espiritual, a Dios. La
acción solidaria y de indignación del poeta lo hace capaz de dirigirse y
exigirle al propio Todopoderoso.
Por su lado, el poema Los Heraldos
Negros resulta casi un perfil antropológico a partir de los “golpes en la vida”
que recibe el hombre. La impotencia divina para reparar o defender al hombre de
tanta desgracia le induce al poeta a fomentar la solidaridad y con ella ver si
es posible cubrir las carencias afectivas, físicas y espirituales del hombre:
“en suma, la vida es implacablemente, imparcialmente horrible, estoy seguro” (Poemas
Humanos). Es decir, cambia el “Yo no sé” de Los Heraldos Negros por una certeza
mayor: está seguro por qué y encuentra el origen de su fe: la solidaridad
esperanzada: “A las misericordias, camaradas hombre mío en rechazo y
observación, vecino de cuyo cuello enorme sube y baja al natural, sin hilo, mi
esperanza”. La piedad se convierte en acción solidaria: “Amado sea….el pobre
rico el puro miserable, el pobre pobre!”.
Pocas veces la solidaridad ha
encontrado vigor más intenso que en el poema Masa. El combatiente muerto en el
campo de batalla, se ve rodeado de todos los hombres y mujeres de la tierra
quienes le ruegan que vuelva a la vida y este “milagro” se produce cuando el
amor se globaliza. La masa posee esa fuerza solidaria y, por eso, resucitadora.
Es decir, que si todos y todas se unen se logra el milagro de la vida, así
entonces, la resurrección no es potestad solo destinado para los dioses, sino
que desde la solidaridad y el amor humano, es posible resucitar vidas. El
hombre en solitario es incapaz de resucitar; mientras que la Masa de todos los
hombres sin excluir a ninguno será poderosa porque simboliza la fusión de todos
los seres en un solo ser. Esta metáfora de la solidaridad, a través de la
resurrección, se condice con la aspiración del poeta a identificar lo eterno
con la realización plena del ser humano en este mundo, aquí y ahora. De este
modo, Vallejo vuelve a desdivinizar a Dios y divinizar al ser humano. El
humanismo vallejiano plantea reformular el lenguaje para que desempeñe una
nueva finalidad en búsqueda de una sociedad más solidaria y menos egoísta con
el prójimo. El redimensionamiento de lo humano apela a la vida, a la justicia,
a la igualdad, valores olvidados en la época del poeta y en la actual. Será la
solidaridad la condición para la revolución vallejiana en pos de un mundo nuevo
y mejor.
Vallejo en Europa seguía sintiéndose americano y desde
allí confluía con firmeza su solidaridad indoamericana: “¿Solidaridad? ¿Comprensión? No existe
nada de esto en Europa... Nosotros, en frente de Europa, levantamos y ofrecemos
un corazón abierto a todos los nódulos de amor, y de Europa se nos responde con
el silencio… Cuantas veces sea necesario hay que coger a Europa… y gritarle día
y noche, hasta que sepa oírnos y valorar nuestra función actual de advenimiento
a la cooperación universal… ¿Cooperación? Ya lo suscitaremos algún día a
puñetazos” (Desde Europa). Esa “cooperación universal” en la que creía Vallejo
llegará con la instauración del socialismo: “Muerto el capitalismo e instaurado
el socialismo, el hombre cesará de vivir comparándose con los otros, para
vencerlos. El hombre vivirá entonces solidarizándose y, a lo sumo, refiriéndose
emulativa y concéntricamente a los demás. No buscará batir ningún record.
Buscará el triunfo libre y universal de la vida” (Concurrencia capitalista y
emulación socialista). En el yo vallejiano puede identificarse la criatura
humana, el yo de cada uno de los hombres que critica y se cuestionan, que salen
de sí y descubren el carácter solidario de su condición, y es que el poeta
transita permanentemente del inconsciente sentimiento de quiebra existencial
frente a la vida, a la forma de conciencia de que la suya es también una
situación solidaria: “¡Amado sea el que tiene hambre o sed, pero no tiene
hambre con que saciar toda su sed, ni sed con que saciar todas sus hambres!
(Traspiés entre dos estrellas).
Finalmente, lo único noble
para el vate es la fraternidad solidaria, a diferencia de la sociedad
individualista y mercantilista que experimentó en Europa, y que experimentamos
hoy en día –y no solo en Europa-: “Vivo a diario y con toda fraternidad con
Silva, que es lo único grande que hasta ahora he hallado en Europa” (carta a
Raygada). Para volver a insistir: “Hombres humanos, hermanos hombres, humanos
hermanos”, expresando un sentido profundo de solidaridad humana, siempre
humana, setenta veces humana. La solidaridad vallejiana buscaba redimir al
hombre del dolor. Por eso llega a sentirse y a sentir en cada ser humano, un
redentor de la humanidad, en solidaridad con el prójimo, a quien no solo
debemos de amar como a nosotros, sino que cada hombre se convierte en salvador
de los otros. La solidaridad vallejiana es de gestos concretos, como los tantos
que hoy –ante un mundo deshumanizado- necesita el ser humano: “y le doy un
abrazo, emocionado, emocionado”.
Una pena que nos salió socialista :/
ResponderEliminarjajajaja pasa por tu taper
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