jueves, 16 de febrero de 2017

LA SOLIDARIDAD EN LA OBRA DE CÉSAR VALLEJO: “PELEAR POR TODOS Y PELEAR PARA QUE EL INDIVIDUO SEA UN HOMBRE…. PARA QUE TODO EL MUNDO SEA UN HOMBRE”. NILTON CÉSAR VELAZCO LÉVANO

La novedad de la obra vallejiana y su sello distintivo es el de la solidaridad y su incesante búsqueda de fraternidad. Vallejo ansía la dicha de todos: “¿Cómo ser y estar, sin darle cólera al vecino?”. Dialécticamente nuestro vate comprende que para hacer del hombre un ser solidario tiene que pelear: “Pelear por todos y pelear para que el individuo sea un hombre…. Para que todo el mundo sea un hombre” (Batallas). Vallejo está en búsqueda del hombre pleno y su obra, transitada de choques emocionales, conmociones de razones y sin razones, trabadas en raíces profundamente sinceras, avanzan por entre un “caos teórico y práctico” hacia la concreción de la solidaridad, planteando alternativas ante la deshumanización. Hace de su obra un medio para la humanización del hombre. Pero no quiere un hombre perfecto, lo quiere plenamente humano, ni más ni menos. Por eso su poesía no busca deslumbrar sino sacudir; no pretende encantar sino estremecer: “Un cojo pasa dando el brazo a un niño… Otro tiembla de frío, tose, escupe sangre ¿Cabrá aludir jamás al Yo profundo? Otro busca en el fango huesos, cáscaras” (Poemas Humanos). Para el vate la sobrevivencia del hombre y del mundo depende de la solidaridad con el otro y esto no es solo la expresión de una actitud y una práctica política sino la expresión de una manera de concebirse a sí mismo y al otro concreto y real.

La poesía vallejiana revela el grado de solidaridad que siente por el que sufre: “El sufrimiento no es lo mismo que la tristeza; se puede ser alegre en el sufrimiento, en cambio nunca, alegre en medio de la tristeza. La tristeza trae cerrazón, amargura…. El sufrimiento no encierra a Vallejo en sí mismo, al contrario lo abre a la solidaridad” (Gutiérrez, p. 119).  La conciencia del absurdo conduce a Vallejo a hermanarse con todos los hombres que sufren, pues para lograr la humanización se debe hacer realidad la solidaridad, hasta incluso dar la propia vida, como lo hicieron los voluntarios de España, cuya resistencia solidaria hacía que solo estuviera: “herido mortalmente en vida”.

Asimismo, la solidaridad vallejiana no teme denunciar, exigir y confiar: “Y, desgraciadamente el dolor crece en el mundo a cada rato…Y la naturaleza del dolor, el dolor dos veces…Señor Ministro de Salud: ¿Qué hacer? ¡Ah! Desgraciadamente, hombres humanos, hay, hermanos, muchísimo que hacer” (Los nueve monstruos). Para Vallejo la dimensión de la solidaridad sobresale de modo permanente y transversal. Se trata de un dolor solidarizado y de un dolor doble: el del otro y el propio. En la obra vallejiana el “Señor Ministro” que en un primer momento fue escrito con minúscula y luego con mayúscula quiere significar que pasó a un plano superior, y que ya no se dirige al Ministro terrenal, sino al espiritual, a Dios. La acción solidaria y de indignación del poeta lo hace capaz de dirigirse y exigirle al propio Todopoderoso.

Por su lado, el poema Los Heraldos Negros resulta casi un perfil antropológico a partir de los “golpes en la vida” que recibe el hombre. La impotencia divina para reparar o defender al hombre de tanta desgracia le induce al poeta a fomentar la solidaridad y con ella ver si es posible cubrir las carencias afectivas, físicas y espirituales del hombre: “en suma, la vida es implacablemente, imparcialmente horrible, estoy seguro” (Poemas Humanos). Es decir, cambia el “Yo no sé” de Los Heraldos Negros por una certeza mayor: está seguro por qué y encuentra el origen de su fe: la solidaridad esperanzada: “A las misericordias, camaradas hombre mío en rechazo y observación, vecino de cuyo cuello enorme sube y baja al natural, sin hilo, mi esperanza”. La piedad se convierte en acción solidaria: “Amado sea….el pobre rico el puro miserable, el pobre pobre!”.

Pocas veces la solidaridad ha encontrado vigor más intenso que en el poema Masa. El combatiente muerto en el campo de batalla, se ve rodeado de todos los hombres y mujeres de la tierra quienes le ruegan que vuelva a la vida y este “milagro” se produce cuando el amor se globaliza. La masa posee esa fuerza solidaria y, por eso, resucitadora. Es decir, que si todos y todas se unen se logra el milagro de la vida, así entonces, la resurrección no es potestad solo destinado para los dioses, sino que desde la solidaridad y el amor humano, es posible resucitar vidas. El hombre en solitario es incapaz de resucitar; mientras que la Masa de todos los hombres sin excluir a ninguno será poderosa porque simboliza la fusión de todos los seres en un solo ser. Esta metáfora de la solidaridad, a través de la resurrección, se condice con la aspiración del poeta a identificar lo eterno con la realización plena del ser humano en este mundo, aquí y ahora. De este modo, Vallejo vuelve a desdivinizar a Dios y divinizar al ser humano. El humanismo vallejiano plantea reformular el lenguaje para que desempeñe una nueva finalidad en búsqueda de una sociedad más solidaria y menos egoísta con el prójimo. El redimensionamiento de lo humano apela a la vida, a la justicia, a la igualdad, valores olvidados en la época del poeta y en la actual. Será la solidaridad la condición para la revolución vallejiana en pos de un mundo nuevo y mejor.

Vallejo en Europa seguía sintiéndose americano y desde allí confluía con firmeza su solidaridad indoamericana: “¿Solidaridad? ¿Comprensión? No existe nada de esto en Europa... Nosotros, en frente de Europa, levantamos y ofrecemos un corazón abierto a todos los nódulos de amor, y de Europa se nos responde con el silencio… Cuantas veces sea necesario hay que coger a Europa… y gritarle día y noche, hasta que sepa oírnos y valorar nuestra función actual de advenimiento a la cooperación universal… ¿Cooperación? Ya lo suscitaremos algún día a puñetazos” (Desde Europa). Esa “cooperación universal” en la que creía Vallejo llegará con la instauración del socialismo: “Muerto el capitalismo e instaurado el socialismo, el hombre cesará de vivir comparándose con los otros, para vencerlos. El hombre vivirá entonces solidarizándose y, a lo sumo, refiriéndose emulativa y concéntricamente a los demás. No buscará batir ningún record. Buscará el triunfo libre y universal de la vida” (Concurrencia capitalista y emulación socialista). En el yo vallejiano puede identificarse la criatura humana, el yo de cada uno de los hombres que critica y se cuestionan, que salen de sí y descubren el carácter solidario de su condición, y es que el poeta transita permanentemente del inconsciente sentimiento de quiebra existencial frente a la vida, a la forma de conciencia de que la suya es también una situación solidaria: “¡Amado sea el que tiene hambre o sed, pero no tiene hambre con que saciar toda su sed, ni sed con que saciar todas sus hambres! (Traspiés entre dos estrellas).

Finalmente, lo único noble para el vate es la fraternidad solidaria, a diferencia de la sociedad individualista y mercantilista que experimentó en Europa, y que experimentamos hoy en día –y no solo en Europa-: “Vivo a diario y con toda fraternidad con Silva, que es lo único grande que hasta ahora he hallado en Europa” (carta a Raygada). Para volver a insistir: “Hombres humanos, hermanos hombres, humanos hermanos”, expresando un sentido profundo de solidaridad humana, siempre humana, setenta veces humana. La solidaridad vallejiana buscaba redimir al hombre del dolor. Por eso llega a sentirse y a sentir en cada ser humano, un redentor de la humanidad, en solidaridad con el prójimo, a quien no solo debemos de amar como a nosotros, sino que cada hombre se convierte en salvador de los otros. La solidaridad vallejiana es de gestos concretos, como los tantos que hoy –ante un mundo deshumanizado- necesita el ser humano: “y le doy un abrazo, emocionado, emocionado”.  

3 comentarios:

  1. Una pena que nos salió socialista :/

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